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Revisión actual del 14:39 6 jul 2017
Secretos de la anticoagulación
La formación de coágulos sanguíneos tiene como finalidad prevenir el sangrado tras sufrir un daño en el cuerpo. A pesar de este rol “reparador”, en algunos casos los coágulos pueden desencadenar un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular (ACV), taponar venas en piernas y pulmones, o alojarse en las aurículas del corazón y migrar luego a cualquier parte del cuerpo, causando una embolia. En estos casos, es de suma importancia administrar fármacos anticoagulantes.
En pacientes con enfermedad coronaria, fibrilación auricular o insuficiencia cardíaca, se pueden formar coágulos en forma espontánea. A través de la sangre, los coágulos que se forman en el corazón pueden llegar al cerebro, dando lugar a un ACV isquémico. Para prevenirlos, se suministran anticoagulantes de manera oral o inyectable. Se estima que el tratamiento anticoagulante reduce más del 70% el riesgo de ACV isquémico en las personas con fibrilación auricular. Los anticoagulantes, además, reducirían el riesgo de demencia y enfermedad de Alzheimer en estos pacientes si se suministran en forma temprana, según un nuevo estudio.
¿Qué son los anticoagulantes?
Los anticoagulantes son un grupo de medicamentos con estructuras químicas muy diversas, que bloquean la acción de factores que intervienen en la coagulación de la sangre.
Ante una herida cortante, el organismo pone en marcha un proceso de cicatrización para detener el sangrado. El proceso tiene dos pasos: en primer lugar, se forman grumos de plaquetas; en segundo término, distintas proteínas de la sangre (conocidas como “factores de coagulación”) forman una malla o red que recubre los grumos plaquetarios. De esta manera, se genera un coágulo sanguíneo.
Los medicamentos diseñados para “licuar” la sangre pueden bloquear el efecto de las plaquetas (se llaman “antiplaquetarios”) o inhibir el efecto de los factores de la coagulación (son los “anticoagulantes”).
Los anticoagulantes utilizados tradicionalmente son la warfarina, la heparina y el acenocumarol. En los últimos años, se lanzaron anticoagulantes conocidos como NOAC (por sus siglas en inglés) que se pueden tomar por boca una o dos veces por día y que requieren menos monitoreo de laboratorio.
Beneficios y precauciones
Los anticoagulantes se pueden indicar en casos de infarto de miocardio, angina de pecho, fibrilación auricular, aleteo auricular, trombosis venosa profunda, tromboembolismo pulmonar y, también, cuando se implantan válvulas artificiales en el corazón. También se administran para prevenir la aparición de trombos (coágulos) en pacientes que se encuentran en reposo prolongado y en quienes padecen enfermedades genéticas que predisponen a la formación de trombos (trombofilias).
Si bien estos medicamentos son útiles para disminuir el riesgo de que se forme un nuevo coágulo, pueden provocar algún tipo de sangrado o hematomas (moretones). Por tal motivo, es importante tener precaución tras caídas o golpes. Además, las personas que reciben anticoagulantes deben suspenderlos antes de ciertas cirugías, de acuerdo con la indicación del médico.
El tratamiento con anticoagulantes debe ser controlado cuidadosamente a través de análisis de sangre periódicos. Las dosis se ajustan de acuerdo con los resultados de estos análisis y según los otros medicamentos que reciba el paciente, y también según la dieta, ya que hay alimentos que interactúan de forma negativa con algunos anticoagulantes.
Es preciso tener en cuenta que los alimentos de hojas verdes (lechuga, acelga o espinaca), y otros como el brócoli, la coliflor o el hígado pueden inhibir los efectos de algunos anticoagulantes en la sangre.