Cigarrillos electrónicos: ¿sirven para dejar de fumar?

El tabaco es uno de los principales factores que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Los cigarrillos contienen más de 5.000 sustancias tóxicas para el organismo humano y la nicotina del tabaco genera una fuerte adicción en los usuarios. Es esta dependencia lo que genera dificultades a la hora de abandonar el consumo de tabaco.

Cigarrillos electrónicos: ¿sirven para dejar de fumar?

Si bien las cifras de tabaquismo han bajado en los últimos años en la Argentina debido a la prohibición de fumar en lugares públicos y otras medidas, se calcula que el 25% de la población mayor de 18 años todavía fuma (cifras oficiales de 2013).

Se estima que menos del 10% de quienes quieren dejar de fumar lo logran por su propia voluntad, sin ayuda. Por eso, los médicos recomiendan un tratamiento supervisado. Existen medicamentos (como la vareniclina y el bupropión) y dispositivos que reemplazan la nicotina (por ejemplo, parches) que pueden ser efectivos durante las primeras etapas de la cesación tabáquica. También existen programas que incluyen apoyo psicológico y grupos de autoayuda destinados a abandonar el cigarrillo. Desde 2006, además, se lanzaron al mercado distintos modelos de cigarrillos electrónicos que dicen tener el propósito de reemplazar al tabaco y ayudar a dejar de fumar. Sin embargo, estos dispositivos están prohibidos en muchos países, incluida la Argentina.

Los cigarrillos electrónicos están compuestos por un líquido (glicerina o propilenglicol) que se evapora al calentarlo y una cantidad de nicotina menor que los cigarrillos comunes (entre 1 y 24 mg/l). Aunque estos dispositivos tienen cada vez más éxito entre los fumadores -especialmente los jóvenes-, la mayoría de los expertos dudan de su eficacia para dejar de fumar. Es más: muchos especialistas sostienen que los cigarrillos electrónicos podrían contribuir a la persistencia del consumo de tabaco, o a que los jóvenes se inicien en este consumo.

Según un reporte reciente de la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 2% de los no fumadores menores de 20 años usan cigarrillos electrónicos, mientras que el 17% de los fumadores también utilizan cigarrillos electrónicos.

Polémica

En 2011, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) prohibió la comercialización de cigarrillos electrónicos en la Argentina. En Estados Unidos, la FDA prohibió recientemente la comercialización directa o por internet de cigarrillos electrónicos a menores de 18 años. Pero en Gran Bretaña la venta y el uso de estos dispositivos están permitidos, y se calcula que dos millones de personas los usan.

Un reciente estudio publicado en el British Medical Journal reveló que el uso de cigarrillos electrónicos está ayudando a dejar el tabaco a los fumadores ingleses. Sin embargo, la cuestión de la eficacia de los cigarrillos electrónicos aún no está saldada.

“Hay que ser cuidadoso al interpretar los resultados del estudio británico, porque si bien es muy serio, no se puede extrapolar la situación de los fumadores y las campañas de prevención en Inglaterra a la realidad local”, advierte María Inés Sosa Liprandi, secretaria de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC). “Como la Organización Mundial de la Salud y otras sociedades cardiológicas, la SAC desaconseja el uso del cigarrillo electrónico hasta tanto haya más evidencia sobre su utilidad y seguridad”.

La cardióloga argentina subraya que si bien el cigarrillo electrónico tiene menos sustancias tóxicas que el común, contiene igualmente nicotina. “No es aconsejable que las personas que buscan dejar de fumar utilicen dispositivos que contengan sustancias que favorezcan la dependencia, como la nicotina”, explica Sosa Liprandi.

Se estima que uno de cada 4 argentinos en edad productiva -35 a 64 años- morirá prematuramente por enfermedades vinculadas al tabaco. Para los que quieran abandonar el tabaquismo y no lo consigan por sí mismos, la cardióloga de la SAC recomienda consultar a un médico, que podrá ofrecer distintas alternativas, desde terapia farmacológica hasta apoyo psicológico, especialmente durante los primeros tres meses, que es cuando se producen más recaídas.

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