Semana de lucha contra la muerte súbita

Periódicamente, las noticias sobre un futbolista o un maratonista muerto mientras practicaba deporte sacuden a la población. ¿Cómo es posible que alguien que se dedica profesionalmente a una actividad física caiga fulminado sin que nadie pueda remediarlo? Más aún sorprende el hecho de que la muerte súbita se produzca en personas jóvenes. ¿Cuáles son las causas de un paro cardíaco súbito y cómo prevenirlo?

Semana de la muerte súbita

En principio, es importante aclarar que la muerte súbita es más frecuente en adultos mayores que en jóvenes. En los mayores de 35 años, el paro cardíaco se puede producir repentinamente debido a una enfermedad coronaria subyacente. En los menores de esa edad, en cambio, la culpa puede atribuirse mayormente a un tipo de arritmia extrema que desorganiza el ritmo cardíaco (fibrilación ventricular) o a una miocardiopatía hipertrófica congénita, en la que se engrosa el músculo cardíaco y se vuelve incapaz de contraerse y relajarse normalmente. Sin embargo, en hasta el 40% de los casos de muerte súbita, las causas permanecen desconocidas incluso después de una autopsia.

Algunas de las causas que pueden llevar a una muerte súbita pueden detectarse mediante estudios no invasivos, como el electrocardiograma y el ecocardiograma. Los cardiólogos de la SAC recomiendan que todas las personas que van a practicar actividad física reciban un chequeo cardiovascular previo –incluido un electrocardiograma- para detectar anomalías peligrosas. Sin embargo, no siempre los estudios ofrecen señales de alerta. Además, algunas personas portan genes que se manifiestan sólo en la adultez en una actividad eléctrica anormal del corazón o una alteración en su estructura.

Existen decenas de genes que, si presentan una alteración en la secuencia de su ADN, pueden dar lugar a enfermedades cardíacas. Un puñado de ellos se asocian con la ocurrencia de muerte súbita en ciertas familias. Cuando existe un antecedente familiar de muerte súbita antes de los 50 años, o de síncopes (desvanecimientos repentinos), se aconseja hacer un test genético para detectar posibles anomalías en el ADN transmitidas de generación en generación. Lo mismo ocurre en quienes sobreviven a un paro cardíaco: detectar en ellos una mutación genética podría ayudar a prevenir una muerte súbita futura en sus familiares.

Menos de un 25% de las personas que sufren un paro cardíaco sobreviven para contarlo. Según un reciente estudio realizado con sobrevivientes de muerte súbita en Canadá, el 17% de quienes sobreviven a un paro cardíaco de causa desconocida portan, en verdad, una mutación genética que puede ser identificada. El 60% de estas mutaciones en el ADN generan arritmias, mientras que el 40% se asocia a miocardiopatías, de acuerdo con el estudio publicado en la revista Circulation.

Ya hay tests genéticos que pueden detectar entre 50 y 150 mutaciones asociadas a la muerte súbita. Sin embargo, todavía no se conocen todas las alteraciones genéticas que pueden desembocar en este problema y los especialistas advierten que no todos los portadores de una mutación padecerán una muerte súbita.

Si se detecta una anomalía en el ADN o en los estudios cardiovasculares, es posible implantar dentro del pecho un dispositivo electrónico (conocido por las siglas CDI) que monitorea el ritmo cardíaco y emite un shock eléctrico cuando detecta una alteración peligrosa. Gracias a ese shock, el corazón vuelve a un ritmo normal y se puede prevenir la muerte súbita. Otra posibilidad es utilizar desfibriladores externos automáticos (conocidos por la sigla DEA) y maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) en personas que se desvanecen súbitamente.

Distintos estudios muestran que las probabilidades de sobrevivir a una muerte súbita en un ámbito público aumentan cuando los testigos saben hacer RCP. Por cada minuto de retraso en actuar, se pierde un 10% de posibilidades de rescatar a la persona que sufre un desvanecimiento repentino producido por un paro cardíaco.

Implementar programas de entrenamiento en DEA y RCP en empresas, instituciones públicas y áreas de eventos multitudinarios aumenta en un 40% las probabilidades de sobrevivir a un paro cardíaco repentino.


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