La diabetes mellitus es una enfermedad en la que el organismo produce menor cantidad de insulina, la hormona encargada de regular la cantidad de azúcar en la sangre. Esta alteración de insulina produce valores altos y dañinos de azúcar en la sangre (hiperglucemia).

Hay dos tipos: diabetes tipo 1 y diabetes tipo 2.

En la diabetes tipo 1 hay una falta total de insulina en el cuerpo. En general afecta a niños y adolescentes .También se llama “diabetes insulino-requiriente” o “insulino- dependiente”.

En la diabetes tipo 2 se produce una cantidad insuficiente de insulina o su efecto es menor (resistencia a la insulina). También se llama “diabetes no insulino-requiriente”.

La diabetes tipo 2 es más frecuente, ya que representa a más del 90% de todos los casos de diabetes.

Es una de las enfermedades crónicas más frecuentes en el mundo. En 2010, se estimaba que afectaba a 285 millones de personas (el 6,4% de la población adulta mundial).

Según un estudio sobre Factores de Riesgo en Uruguay, el 6% de la población de 15 a 64 años la padece. Es más frecuente en la población adulta (25 a 64 años) que en la joven (15 a 24 años).

Con el tiempo, el nivel alto de glucosa (azúcar) en la sangre daña las arterias y los nervios que controlan el corazón, el riñón, la visión y los vasos sanguíneos de todo el cuerpo. De este modo, aumenta el riesgo de que se produzca una enfermedad cardíaca.

Las personas con diabetes suelen tener enfermedades del corazón a una edad más temprana que las personas que no tienen diabetes.

En los adultos con diabetes, las causas más comunes de muerte son el infarto de miocardio y los ataques cerebrales (ACV). Los adultos con diabetes son casi dos veces más propensos a morir de problemas cardiovasculares que las personas que no tienen diabetes.

Hay algunas señales, como la frecuente necesidad de orinar, el hambre y la sed inusuales, la pérdida de peso, la fatiga y la irritabilidad.

Además de los síntomas que se presentan en la diabetes tipo 1 (necesidad de orinar, hambre y sed, fatiga, irritabilidad, pérdida de peso), se pueden experimentar infecciones en la piel, en las encías o en la vejiga; visión borrosa; heridas que tardan en sanar; hormigueo o entumecimiento en las manos o los pies.

Al igual que la hipertensión arterial, la diabetes muchas veces no da síntomas. Por eso es muy importante el control regular del azúcar en sangre (glicemia o glucemia).

La obesidad aumenta cinco veces el riesgo de diabetes tipo 2, en tanto el sedentarismo duplica el riesgo.

Si la diabetes está acompañada por obesidad o sobrepeso, sedentarismo, hipertensión arterial y exceso de colesterol “malo” (LDL), se eleva el riesgo cardiovascular.

• Con un examen de azúcar en la sangre (glicemia o glucemia) sin ayuno. Un resultado mayor a 200 mg/dL (miligramos por decilitro) sugiere diabetes.

• Con pruebas de glicemia con ayuno previo. Un nivel de glicemia en ayunas menor que 100 mg/dL es normal. Un nivel de glicemia en ayunas entre 100 y 125 mg/dL se considera “prediabetes”. Si el resultado es 126 mg/dL o más en dos análisis distintos, se diagnostica “diabetes”.

• Con una prueba de tolerancia a la glucosa oral. Para esta prueba, se debe realizar ayuno durante la noche, y se mide el nivel de glicemia en sangre en ayunas. Luego, se debe tomar un líquido azucarado y se mide el nivel de glicemia durante las siguientes dos horas. Un resultado de más de 200 mg/dL después de dos horas indica diabetes.

• Con una prueba de hemoglobina glicosilada (HbA1c). Este análisis de sangre indica el nivel promedio de azúcar en la sangre de los últimos 2 ó 3 meses. Un nivel de HbA1c de 6,5 por ciento (o más) en dos análisis separados indica diabetes.

El tratamiento de la diabetes tipo 2 se basa en cuatro pilares:

1. Control del peso para evitar la obesidad y el sobrepeso.

2. Una alimentación saludable con frutas, vegetales, legumbres y cereales integrales —alimentos ricos en nutrientes y fibras pero con bajo contenido de grasas y calorías— y con reducción del consumo de productos animales, grasas trans, hidratos de carbono refinados (pan, facturas, etc.) y dulces.

3. Actividad física regular. Se recomiendan 30 minutos de ejercicio diario, 5 veces a la semana. El ejercicio disminuye el nivel de glicemia al transferir el azúcar a las células, donde se utiliza para producir energía. El ejercicio también aumenta la sensibilidad a la insulina, lo que significa que el organismo necesitará menos insulina para transferir el azúcar a las células.

4. Tratamiento con medicamentos: hipoglucemiantes orales (como la metformina) y/o insulina, de ser necesario.

Mantener un peso corporal adecuado y una alimentación saludable, realizar ejercicios físicos, no fumar, controlar la presión arterial y el nivel de colesterol en la sangre. Consultar periódicamente al médico.