Obesidad infantil

En el mundo, la obesidad infantil se ha casi triplicado en los últimos 30 años y los niños argentinos ocupan el segundo puesto en el ranking continental de sobrepeso, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Mientras que en América Latina el 7,2% de los niños de hasta 5 años son obesos, en la Argentina casi 1 de cada 10 lo son, y 1 de cada 3 niños en edad escolar tienen sobrepeso. La situación no es mejor entre los adolescentes: el 28,6% de los jóvenes argentinos de 13 a 15 años muestran sobrepeso y casi el 6% son obesos, según la Encuesta Nacional de Salud Escolar del año 2012.

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En muchos países de ingresos medianos, como los de América Latina, los niños y los adolescentes han pasado rápidamente de tener un peso demasiado bajo a presentar sobrepeso. Si bien se discuten las causas que han llevado a esta “epidemia” del siglo XXI, no hay dudas de que los cambios en la alimentación (con mayor consumo de productos industrializados y comida “rápida”, que incluyen gran cantidad de hidratos de carbono, grasas y azúcares) y el sedentarismo son dos factores estrechamente asociados con el aumento del peso en niños y adolescentes. También el nivel socioeconómico influye, ya que un estudio de UNICEF mostró que los adolescentes argentinos del nivel más bajo tienen 31% más de riesgo de sobrepeso que los de nivel más alto.

En la obesidad infantil, se produce un aumento de la grasa corporal, comparado con los valores de referencia para la edad. Para diagnosticar sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes, se suele hacer un seguimiento del peso y la altura (o talla) a lo largo del crecimiento. También se miden los pliegues cutáneos y la circunferencia de la cintura de los niños. Los pediatras utilizan los percentilos del Índice de Masa Corporal (curvas de crecimiento según sexo y edad) para diagnosticar el aumento del tejido adiposo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el “sobrepeso” como un IMC entre los percentilos 85 y 97, y “obesidad” cuando el percentilo es mayor a 97.

Existen varios factores que aumentan el riesgo de que un niño se torne obeso, entre los cuales se destacan la obesidad de los padres; que la madre haya sufrido diabetes gestacional o haya fumado durante el embarazo; una lactancia breve; sueño de escasa duración y calidad; los malos hábitos alimentarios familiares y las actividades sedentarias.

Ciertas enfermedades, como el síndrome de Cushing o el hipotiroidismo, pueden producir obesidad. Pero la mayor preocupación actual son las enfermedades que pueden sobrevenir a causa de la obesidad. Al crecer, los niños con tejido graso excesivo pueden desarrollar diabetes tipo 2, hipertensión y alteraciones del colesterol, todos factores que aumentan el riesgo cardiovascular. Algunos cánceres también se asocian a la obesidad en la adultez.

Durante la niñez, no se recomiendan dietas pero sí mantener una alimentación saludable y equilibrada (con más frutas y verduras; menos grasas, sal y azúcar) y fomentar la práctica regular de ejercicio físico. Es importante destacar, finalmente, que los niños con sobrepeso y obesidad también pueden estar malnutridos, por lo cual es importante consultar al pediatra y, eventualmente, a un nutricionista para garantizar que los chicos reciban todos los nutrientes necesarios para su desarrollo.

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