Noviembre: Mes de la hipertensión pulmonar

La hipertensión pulmonar es un aumento de la presión de la sangre en las arterias pulmonares que puede tener múltiples causas, entre las cuales sobresale la obstrucción parcial de una arteria debido a un coágulo (hipertensión pulmonar tromboembólica) y el estrechamiento de la luz de las pequeñas arterias del pulmón. También existen casos de hipertensión pulmonar de causa genética.

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En Brasil y Venezuela, muchos casos de hipertensión pulmonar se asocian con la esquistosomiasis, una enfermedad producida por un parásito. En los países latinoamericanos de elevada altitud, como los andinos, los niños y adolescentes son más propensos que en otros lugres a desarrollar hipertensión pulmonar.

En la Argentina, según datos del Ministerio de Salud de la Nación y distintas sociedades científicas, se estima que se producen de 96 a 285 nuevos casos de hipertensión pulmonar por año, y mueren 76 personas debido a esta enfermedad. Por su parte, la asociación de pacientes Hipertensión Pulmonar Argentina (HIPUA) calcula que hoy existen alrededor de 2.500 argentinos que sufren esta condición y advierten que el diagnóstico suele retrasarse en el país durante varios años.

¿Cómo se produce el aumento de presión en las arterias pulmonares? La sangre circula por el organismo a través de dos circuitos: uno llamado “sistémico” y otro “pulmonar”. En la circulación pulmonar la sangre con baja oxigenación que procede de las venas sale del ventrículo derecho a través de la arteria pulmonar y llega a las pequeñas arterias de los pulmones. Allí, la sangre se oxigena y regresa al corazón (aurícula izquierda) por medio de las venas pulmonares. Desde allí, se distribuye por todo el organismo. El estrechamiento de las arterias pulmonares genera un esfuerzo extra por parte del ventrículo derecho del corazón. Con el tiempo, el problema se agrava, los pulmones reciben menos sangre y los órganos del cuerpo dejan de recibir la suficiente sangre oxigenada para funcionar correctamente. Los pacientes también pueden desarrollar insuficiencia cardíaca.

Es difícil diagnosticar la hipertensión pulmonar de manera precoz debido a que no suele detectarse en una exploración física de rutina. Incluso cuando la enfermedad está más avanzada, los signos y síntomas son similares a los de otras afecciones cardíacas y pulmonares.

Para diagnosticarla, se mide la presión de la arteria pulmonar a través de un cateterismo, es decir, mediante la introducción de un tubo pequeño y flexible hasta llegar al ventrículo derecho y la arteria pulmonar. Si su presión es mayor o igual a 25 mmHg, se diagnostica hipertensión pulmonar. Otros estudios, como el ecocardiograma, también pueden facilitar el diagnóstico.

Personas de cualquier edad pueden presentar hipertensión pulmonar, pero es más frecuente en mujeres de 20 y 50 años. Este problema suele manifestarse con dificultad para respirar, náuseas o vómitos al hacer ejercicio, dolor en el pecho, palpitaciones, tos seca, fatiga, desmayos e hinchazón en los miembros inferiores del cuerpo.

Es preciso aclarar que existen cinco grandes tipos de hipertensión pulmonar y el tratamiento puede variar de acuerdo a cada uno. En los últimos años se han desarrollado nuevos medicamentos que prolongan significativamente la vida y los síntomas de los pacientes. También se ensayan terapias genéticas para ciertos casos. Sin embargo, todavía, la mortalidad y la discapacidad que genera la hipertensión pulmonar son muy altas. La clave para aumentar no sólo los años sino también la calidad de vida de estos pacientes es hacer un diagnóstico temprano para controlar la progresión de la enfermedad.

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