Hígado graso e impacto del descenso de peso

Cuando hablamos de hígado graso, nos estamos refiriendo a una acumulación de grasa en el tejido hepático, siempre que no esté relacionada con consumo excesivo de alcohol, ni tampoco con infección viral u otras causas específicas de enfermedad hepática.

Esta entidad se relaciona principalmente con la presencia de obesidad. A nivel mundial, el hígado graso no alcohólico y la potencial progresión a la cirrosis, podría ser la primera causa de trasplante hepático, debido al crecimiento de la epidemia de obesidad.

Otros factores incrementan el riesgo de padecer hígado graso, como la presencia de diabetes mellitus (22,51%), hipertensión arterial (39.34%), dislipemia (69,16%) y síndrome metabólico (42.54%). Asimismo, todas estas patologías crónicas incrementan también, el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular.

El hígado graso, tiene distintos estadíos evolutivos, desde la esteatosis cuya característica principal es el incremento del contenido graso, siendo considerada relativamente benigna pero que en su libre evolución puede desarrollar esteatohepatitis no alcohólica siendo ésta la presentación más agresiva pudiendo predisponer a la aparición de cirrosis, alteración del normal funcionamiento del hígado y hasta cáncer. Es por ello, de la importancia en establecer el diagnóstico, tratamiento y seguimiento.

En la actualidad, contamos con diversos métodos diagnósticos desde no invasivos como ecografía o tomografía hasta métodos invasivos como la biopsia hepática.

El método diagnóstico de elección es la ecografía hepática o de abdomen, ya que se encuentra ampliamente disponible, es un estudio seguro y de muy bajo costo. Siempre habrá que tener presente que como todo estudio complementario tendrá sus limitaciones, un porcentaje bajo de contenido graso (<20%) podría no ser detectado, así como existen dificultad diagnóstica en los pacientes con obesidad.

Es fundamental la valoración individual, identificando a la población más expuesta por la presencia de síndrome metabólico, obesidad y/o diabetes mellitus tipo 2, como factores de riesgo para padecer hígado graso no alcohólico. No se recomienda llevar a cabo estudios a la población general.

La medida terapéutica más importante se relaciona con el descenso de peso y el control de los factores de riesgo, para evitar la progresión de la enfermedad y evitar la fibrosis hepática. Se observa una relación directa entre el descenso de peso y la mejoría de los parámetros de hígado graso, tomando en cuenta que el descenso debe ser progresivo lográndose mejoría con un descenso del 10% de peso corporal.

Es fundamental poder incorporar hábitos saludables, desde el punto de vista alimentario, promover la dieta mediterránea dado que es es rica en antioxidantes y fibras, y aporta una mejor calidad de grasas mono y poliinsaturadas. En cuanto a otro de los pilares, la actividad física colabora en el descenso de peso. Se recomiendan por lo menos 150 minutos de ejercicio por semana acompañado de ejercicio de resistencia, 2 veces por semana.

Otra opción terapéutica, es la cirugía bariátrica, la cual debe ser considerada individualmente, debido a las diferentes técnicas quirúrgicas para la elección de la cual ofrezca mayores beneficios en la disminución significativa y sostenida de peso, la cual además facilita la resolución de comorbilidades y en consecuencia la disminución del contenido graso a nivel hepático.

El modo de seguimiento y la frecuencia serán establecidos por un profesional médico quien evaluará el estadio de la enfermedad, los factores de riesgo presentes, la respuesta al tratamiento y la evolución con el objetivo de evitar su progresión y brindar las herramientas terapéuticas para controlar las posibles complicaciones.